El Árbol que Quería Tocar las Estrellas

El Árbol que Quería Tocar las Estrellas

Había una vez un joven árbol llamado Ario que vivía en un claro del bosque. Ario era delgado, con ramas pequeñas y hojas que apenas comenzaban a brotar. Pero tenía un sueño muy grande: quería tocar las estrellas.

Cada noche, miraba al cielo y suspiraba. Las estrellas brillaban tan alto, tan lejos, que parecían inalcanzables. Ario estiraba sus ramas con todas sus fuerzas, pero por más que lo intentaba, no lograba acercarse ni un poquito.

—¿Por qué no puedo tocarlas? —se quejaba Ario—. ¿De qué sirve crecer si nunca llegaré a ellas?

Un día, un viejo búho llamado Siro, que vivía en el árbol más alto del bosque, escuchó los lamentos de Ario. Con sus grandes ojos sabios, voló hasta la rama más alta del joven árbol y se posó suavemente.

—¿Por qué estás tan triste, pequeño? —preguntó Siro.

—Quiero tocar las estrellas, pero no importa cuánto crezca, siempre están demasiado lejos —respondió Ario, con tristeza.

El búho lo miró con ternura y dijo:

—¿Sabes cuál es el secreto para alcanzar las estrellas?

Ario movió sus hojas, curioso.

—No es solo crecer hacia arriba, sino también hacia abajo. Cuanto más profundas sean tus raíces, más alto podrás llegar. Las raíces te dan fuerza, te sostienen y te conectan con la tierra. Sin ellas, no importa cuánto te estires, el viento podría derribarte.

Ario se quedó en silencio, pensando en las palabras del búho. Hasta ese momento, nunca había prestado atención a sus raíces. Siempre había estado tan ocupado mirando hacia arriba que olvidó lo que lo sostenía desde abajo.

—¿Y cómo hago para que mis raíces crezcan? —preguntó finalmente.

—Nutre la tierra que te rodea —respondió Siro—. Acepta la lluvia, el sol y hasta las tormentas. Todo lo que vives, bueno o malo, alimenta tus raíces. Y cuando tus raíces sean fuertes, crecerás más alto de lo que jamás imaginaste.

Con el tiempo, Ario siguió el consejo del búho. Dejó de preocuparse solo por las estrellas y comenzó a cuidar su tierra. Aceptó la lluvia con gratitud, dejó que el sol lo fortaleciera y aprendió a resistir las tormentas. Sus raíces se hicieron profundas y fuertes, y su tronco comenzó a crecer más y más alto.

Pasaron los años, y Ario se convirtió en el árbol más grande del bosque. Sus ramas eran tan amplias que daban sombra a los animales, y sus frutos alimentaban a todos los que pasaban por allí. Las aves construían nidos en sus ramas, y por las noches, cuando el cielo se llenaba de estrellas, Ario se dio cuenta de algo maravilloso.

Aunque no podía tocarlas con sus ramas, las estrellas brillaban en los ojos de los animales que vivían en él. A través de ellos, Ario había alcanzado las estrellas de una manera que nunca imaginó.

Ilustración del cuento El Árbol que Quería Tocar las Estrellas
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