Golpe de Cincel

Había una vez un hombre llamado Mateo, un artesano que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Mateo era conocido por sus manos mágicas: podía transformar un simple trozo de madera en una obra de arte. Pero, aunque sus creaciones eran admiradas por todos, él sentía un vacío en su interior. Había pasado años buscando el amor, pero siempre parecía esquivo, como si estuviera destinado a no encontrarlo.

Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de inspiración, encontró un árbol viejo y retorcido. Sus ramas parecían haber soportado siglos de tormentas, pero aún así, seguía en pie. Mateo sintió una conexión especial con ese árbol y decidió tallar algo único con su madera.

Durante semanas, trabajó día y noche. Cada golpe de su cincel parecía liberar algo más que madera; era como si estuviera tallando sus propios miedos, sus heridas y sus dudas. Al final, creó una figura de una mujer con los brazos abiertos, como si estuviera abrazando al mundo. La llamó "Amor".

Cuando terminó, algo curioso ocurrió. Cada persona que veía la escultura sentía algo diferente: algunos lloraban, otros sonreían, y otros simplemente se quedaban en silencio, como si hubieran encontrado una verdad que no podían poner en palabras. Pero Mateo, aunque orgulloso de su obra, seguía sintiendo que algo faltaba.

Una noche, mientras dormía, soñó que la figura de madera cobraba vida. La mujer de la escultura le dijo:

—Mateo, has buscado el amor afuera toda tu vida, pero el amor no es algo que encuentras, es algo que eres. Cada golpe de tu cincel no solo me dio forma a mí, sino que liberó el amor que siempre estuvo dentro de ti. Ahora, ve y comparte ese amor con el mundo.

Cuando despertó, Mateo entendió. El amor no era un destino, ni una persona, ni un logro. Era una forma de ser, una frecuencia que podía elegir habitar. Desde ese día, Mateo dejó de buscar el amor y comenzó a vivirlo. En cada sonrisa que daba, en cada pieza que tallaba, en cada acto de bondad, el amor fluía a través de él.

Y así, sin darse cuenta, Mateo se convirtió en el hombre más amado del pueblo. No porque buscara amor, sino porque se había convertido en él.