Tito y el Primer Paso Valiente
Tito y el Primer Paso Valiente
Había una vez un pequeño erizo llamado Tito que vivía en una cueva acogedora al pie de una gran montaña. Tito amaba su cueva porque allí se sentía seguro. Pero había algo que siempre lo hacía suspirar: desde la entrada de su cueva, veía a otros animales correr, saltar y explorar el bosque lleno de colores y sonidos.
Sin embargo, Tito nunca se atrevía a salir. "¿Y si me pierdo? ¿Y si algo me asusta? ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?" pensaba mientras se acurrucaba en su rincón favorito.
Un día, mientras Tito miraba desde la entrada, vio a un grupo de conejos jugando a saltar charcos. Se reían, se caían, pero siempre se levantaban. Tito sintió un pequeño pinchazo en su corazón. "Yo también quiero jugar, pero... ¿y si no puedo?"
Esa noche, Tito soñó que estaba en el bosque, pero en su sueño, todo era oscuro y lleno de sombras. Se despertó sobresaltado y pensó: "Es mejor quedarme aquí. Al menos en mi cueva nada puede salir mal."
Esa misma noche, mientras Tito miraba las estrellas desde la entrada de su cueva, una pequeña luz comenzó a acercarse. Era una luciérnaga brillante y alegre llamada Lila.
—Hola, Tito —dijo Lila con una voz suave—. ¿Por qué siempre te quedas aquí mirando el mundo desde lejos?
Tito suspiró. —Porque tengo miedo. ¿Y si algo malo pasa?
Lila sonrió y se posó en la nariz de Tito. —¿Sabes? Yo también tenía miedo de volar en la oscuridad. Pero descubrí algo: la luz que llevo dentro siempre me guía, incluso cuando no puedo ver todo el camino.
Tito frunció el ceño. —¿Y si mi luz no es suficiente?
Lila respondió: —La única forma de saberlo es dar el primer paso. No necesitas ver todo el camino, Tito. Solo el siguiente paso.
Al día siguiente, Tito se despertó con las palabras de Lila resonando en su mente. Miró hacia la entrada de la cueva y sintió cómo su corazón latía rápido.
—Solo un paso —se dijo a sí mismo.
Con las patas temblorosas, Tito salió de su cueva. El aire fresco le acarició el hocico, y el sol calentó sus púas. Dio un paso más, y luego otro. Pronto, estaba en el bosque, rodeado de árboles altos y flores de colores.
Al principio, Tito se sentía pequeño y asustado, pero entonces recordó las palabras de Lila: "La luz que buscas está dentro de ti."
Tito empezó a explorar. Descubrió un charco donde podía ver su reflejo, encontró una roca perfecta para trepar y hasta se unió a los conejos en su juego de saltar charcos. Cada paso que daba lo hacía sentir más valiente.
Esa noche, Tito regresó a su cueva, pero esta vez no se sentía pequeño ni asustado. Se sentía grande, valiente y lleno de luz.
Desde entonces, Tito aprendió que no importa cuán grande parezca el mundo, siempre puedes dar un paso más.
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