El Árbol que Soltaba sus Hojas

Había una vez un árbol muy especial que vivía en el corazón de un bosque. Era alto, fuerte y sus ramas estaban llenas de hojas verdes que bailaban con el viento. A los animales del bosque les encantaba descansar bajo su sombra, y el árbol se sentía feliz de ser útil para todos.

Pero un día, el aire comenzó a enfriarse, y las hojas del árbol empezaron a cambiar de color. Se volvieron amarillas, naranjas y rojas, como si el árbol estuviera pintando un cuadro en el cielo.

—¡Oh, no! —dijo una de las hojas—. ¡Nos estamos cayendo!

El árbol escuchó a sus hojas preocupadas y les habló con calma:

—No tengan miedo. Es hora de soltar.

—¿Soltar? —preguntaron las hojas—. ¿Y si nunca volvemos? ¿Y si el viento nos lleva muy lejos?

El árbol sonrió con sabiduría.

—Confíen en el ciclo de la vida. Aunque ahora parezca que se van, volverán de otra forma. Cuando llegue la primavera, nuevas hojas crecerán, y el bosque estará lleno de vida otra vez.

Las hojas, aunque todavía un poco asustadas, decidieron confiar en el árbol. Una a una, se dejaron llevar por el viento, bailando mientras caían al suelo.

Los animales del bosque miraban con asombro.

—¿No te da miedo quedarte sin hojas? —le preguntó un conejo al árbol.

El árbol respondió con serenidad:

—No, pequeño amigo. Soltar no es perder. Es hacer espacio para lo nuevo.

El invierno llegó, y el árbol quedó desnudo, pero no estaba triste. Sabía que, bajo la tierra, sus raíces seguían fuertes, y que el descanso del invierno era necesario para prepararse para la primavera.

Y, como el árbol había prometido, cuando el sol volvió a calentar el bosque, pequeñas hojas verdes comenzaron a brotar. El árbol estaba lleno de vida otra vez, y las hojas nuevas bailaban felices, sabiendo que algún día también les tocaría soltar.