Inti, el Panadero del Viento

Inti, el Panadero del Viento

Había una vez, en un prado lleno de vida, una pequeña semilla de cardo llamada Inti. Durante toda la primavera y el verano, Inti permaneció unida a su madre, una majestuosa flor de cardo que brillaba con un intenso color violeta. Juntas, alimentaban a los abejorros y mariposas que llegaban en busca de néctar y polen. Entre todos los visitantes, había uno especial: Teo, un abejorro solitario, sabio y lleno de alegría.

Teo no solo venía a nutrirse, sino también a compartir historias de sus vuelos diarios. Hablaba de los prados que había visitado, de las montañas que había cruzado y, sobre todo, de su mensaje: la importancia de vivir en coherencia y conectar con la espiritualidad de cada momento. Teo creía que cada flor, cada insecto y cada ser tenía un propósito único, y que al vivir desde el amor y la verdad, todos podían expandir su luz.

Inti escuchaba con atención cada palabra de Teo. Aunque era solo una semilla, sentía que esas enseñanzas eran un regalo que debía llevar más allá del prado. Pero, ¿cómo podría hacerlo si nunca se había alejado de su madre?

Un día, el viento llegó con fuerza. Era el momento que Inti había estado esperando y temiendo a la vez. El desapego. Con un susurro suave, el viento le dijo:

—Es hora de volar, Inti. Confía en el camino.

Y así, Inti se soltó. El viento la elevó rápidamente, llevándola alturas que nunca había imaginado. En su vuelo, conoció a la majestuosa cóndor Kuntur, quien la saludó con una voz profunda y serena:

—Pequeña semilla, ¿qué mensaje llevas contigo?

Inti, emocionada, le contó todo lo que había aprendido de Teo: la importancia de la coherencia, de vivir con propósito y de compartir la sabiduría con quienes nos rodean. Kuntur, impresionada, le dijo:

—Lleva ese mensaje lejos, más allá de las montañas y los prados. Hay lugares donde aún no ha llegado la luz de esa verdad.

Inti continuó su vuelo, cruzando valles, ríos y ciudades. Finalmente, llegó a un país lejano donde el invierno había cubierto la tierra con su manto frío. Allí, Inti se posó suavemente en el suelo y esperó. Durante meses, permaneció bajo la tierra, recordando las palabras de Teo y Kuntur, hasta que la primavera llegó.

Cuando el sol calentó la tierra, Inti despertó. Echó raíces profundas y creció hasta convertirse en una imponente planta de cardo, con flores violetas que brillaban como joyas bajo el sol. Cada día, los insectos venían a nutrirse de su néctar, y con cada visita, Inti compartía el mensaje de Teo:

“Vive en coherencia. Sé fiel a tu esencia. Cada acto de amor y verdad eleva el campo de todos.”

Así, el mensaje de Teo, que había comenzado en un pequeño prado, se expandió por prados, montañas y jardines lejanos, gracias al vuelo valiente de Inti. Y aunque Teo nunca llegó a esos lugares, su sabiduría vivió en cada flor, en cada insecto y en cada corazón que se abrió a escuchar.

Ilustración del cuento Inti, el Panadero del Viento
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Sol Hermans

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